• noti001
  • noti002

28-01-2019


Fueron compañeros y campeones como jugadores. Después, uno en la cancha, y el otro en el banco, también levantaron la copa. Ahora, ambos son asistentes de Javier Weber y quieren seguir la historia ganadora que los une. Rodrigo Martínez Granados y Leonardo Patti, la historia de una amistad pintada de celeste.

Martínez Granados llegó a Bolívar como armador de aquel primer equipo en la temporada 2002/03 y no se fue nunca más de la ciudad. Patti arribó en la Liga siguiente, la 2003/04, y se instaló para siempre en el corazón de las Águilas. Recorrió un largo camino hasta que volvió a casa para ser campeón en la temporada 2016/17 y retirarse con la camiseta celeste. Y apenas Leo colgó la camiseta de jugador, se calzó el buzo del cuerpo técnico, otra vez al lado de Rodrigo.

- ¿Cuándo y cómo se conocieron?

Patti: A Rodrigo lo conocía del voley. Yo jugaba en Necochea mi primera Liga y él era el armador de Italiano. Nos conocíamos de jugar los Metropolitanos, y después nos tocó ser compañeros de equipo en la UBA.

Martínez Granados: Con Leo tuvimos el primer contacto en la UBA en el año 98/99. Ya nos conocíamos del vóley, pero nuestro primer grupo como compañeros fue ese. Salimos terceros en la Liga, después jugamos un Metropolitano más y luego yo me volví a Italiano. Él tenía 20 años recién cumplidos y traía esa energía y vitalidad que fue muy importante para ese grupo. Teníamos diferentes personalidades, pero las compatibilizamos muy bien, y desde el primer momento hubo también una gran química, incluso como armador-atacante. Compartimos habitación en los viajes y eso fue creando la amistad que tenemos hoy después de 20 años. Ese año fue muy especial porque pudimos lograr el tercer puesto; un equipo muy unido.

- Después les tocó compartir equipo otra vez, en Bolívar. ¿Qué recuerdan de ese momento?

P: Yo jugué la temporada 2002/03 en España, en Málaga. Cuando volví, que ya había arreglado con Bolívar, me acuerdo que en ese momento todavía Rodri vivía cerca de mi casa. Fui a tomar unos mates, vi el anillo de campeón y la foto del festejo arriba del camión de bomberos y le dije: "Rodrigo, yo quiero lo mismo este año". Fue espectacular porque ya habíamos sido compañeros en la UBA y se había logrado una linda amistad.

MG: La llegada de Leo a Bolívar fue especial. Hacía un año que habíamos salido campeones en la 2002/03. Yo ya había vivido todo lo que era Bolívar, la gente, la ciudad. Por nuestra amistad anterior, Leo se acercó a mí una vez que cerró su incorporación al equipo. Estuvo en casa, tratando de conocer cómo era el proyecto Bolívar. Nos propusimos repetir lo que había pasado en la temporada anterior y, a pesar de que el equipo tuvo muchas altas y bajas, lo pudimos coronar con otro campeonato. Eso fue muy lindo, porque más allá de la gente que quedó del primer año se fue incorporando otra gente muy buena, como Leo, El Caño (Alejandro Spajic), Tuba. Ese año fue muy lindo. Costó, pero se pudo festejar en Tucumán.

- Luego viene 2016/17. El año del regreso de Leo y ustedes se reencuentran, con Rodrigo como asistente, y se logra la séptima Liga. ¿Cómo fue ese momento?

P: Cuando me tocó volver, ya con Rodrigo nos conocíamos hacía mucho tiempo. Fue algo muy lindo. No hay nada mejor que volver a la casa de uno, con gente que uno quiere, como Javier (Weber), Genaro (López), Rodrigo, (Gabriel) Solari, (Facundo) Rizzone; gente con la que había compartido muchos momentos de mi carrera. Tenerlos a ellos en el cuerpo técnico era algo muy bueno.

MG: Leo es importante siempre. No sólo por su regreso a Bolívar; su personalidad, su forma de jugar, de entregar todo, es muy positiva para cualquier grupo. Es un pibe que va de frente, que es muy transparente, frontal. Que él haya sido el capitán y volviera a levantar la copa fue muy lindo. Tantos años después de haber vivido los primeros campeonatos, está bueno que la gente vuelva a esa gloria. Desde ya que fue muy importante Leo en lo grupal, en lo humano, y muy merecido que haya levantado la copa como capitán.

- Ahora, ambos son asistentes de Weber. ¿Cómo lo viven, y cómo se complementan?

P: Me siento muy bien siendo asistente de Javier y de Rodri, es algo soñado: poder retirarme en mi casa y enseguida ponerme a trabajar con dos monstruos del vóley, que tienen muchísimos años en esto. Aprendo día a día y lo hago con placer, porque, al margen de aprender de dos tipos que saben mucho, son mis amigos, así que todo es mucho más sencillo.

MG: En todos estos años voy aprendiendo lo que implica ser asistente; más allá de tener muchos años como entrenador, nunca había sido asistente, y en estos cinco años con Javier aprendí muchísimo. En todo sentido: en trabajar en un equipo profesional, en el laburo del día a día, en cómo se prepara cada partido. Con respecto a Leo, debe ser por nuestra amistad que enseguida nos pusimos de acuerdo. Él, ni bien llegó, se puso a la orden para aprender e iniciar su nueva tarea, siempre abierto a escuchar, a aprender lo que es la tarea y repartirnos lo que tenemos que hacer, sobre todo en la cancha. Después, en el día a día es trabajo de equipo. En la cancha nos tenemos que repartir las tareas y eso no siempre es sencillo, porque la información que nosotros le pasamos a Javier es muy importante, entonces que esa tarea esté bien remarcada hace a un buen trabajo de equipo.

- ¿Cómo analizan el equipo de Bolívar de esta temporada y el momento que atraviesa?

P: El equipo de este año está atravesando un momento brillante. No es una cuestión de suerte, es por mucho sacrificio, mucho trabajo. El equipo en estos meses cumplió a la perfección el plan de trabajo de este cuerpo técnico. Los jugadores entrenan al máximo siempre. Es un equipo que puede terminar de la manera soñada; creo que va a ser uno de los grandes equipos que haya pasado por acá.

MG: En el equipo de este año se están dando varias cosas positivas. Primero, es muy agresivo. Está encontrando ese equilibrio cuando las cosas no salen tan bien, cómo lograr objetivos de todas formas. Estamos logrando una buena fisonomía de equipo. Creo que esa agresividad le da el ímpetu.

- ¿Cómo es trabajar con Javier Weber?

P: Es un honor. Para cualquiera sería algo soñado. Es un tipo que te obliga con sus gestos y sus actitudes a estar todo el tiempo pensando en el equipo, en el vóley. Trabajar con él es un curso intensivo de altísimo nivel. Me siento un privilegiado por, en mi primer año sin jugar, empezar este largo camino de entrenador aprendiendo de un grande como Javier.

MG: Es aprender día a día algo nuevo. Todos los días vamos incorporando cuestiones que buscan la perfección y eso es muy positivo. Trabajar con Javier te permite abrir la cabeza en muchas cosas. Es un tipo que sabe mucho de esto, es muy estudioso, siempre busca a través de lo técnico y lo táctico el partido y los éxitos, y eso te lleva a aprender y que no dependas de una casualidad.

- ¿Qué significa Bolívar en sus vidas?

P: Bolívar es muy especial en mi vida. Me ha tocado ganar mi primer campeonato, terminar de explotar en un equipo grande cuando me tocó venir. He juntado un montón de afectos, viví los momentos más lindos y más tristes que uno puede vivir. Me siento completamente contenido, en familia. Yo digo que Bolívar es como mi segundo hogar, por cómo la gente me ha hecho sentir desde el primer año y también estos últimos. No me arrepiento, me siento feliz de la decisión que tomé en aquel momento de venir a Bolívar y hoy poder estar trabajando acá es inigualable. Bolívar en mi vida, es como una segunda vida.

MG: Para aclarar lo que es Bolívar en mi vida, yo tendría que decir primero que el vóley es mi vida. Por eso, el lugar que me da trabajo y me hace sentir pleno con lo que hago es este y lo tengo que tomar como mi lugar, mi casa. A eso agregale que yo tuve que hacer un cambio de vida hace 15 años, viviendo en otra ciudad, y poder seguir con lo que me gusta para mí es muy importante. Hoy en día me siento un bolivarense más, como si hubiese nacido acá. Me siento uno más de acá.